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Un descanso en la aldea antigua

 

 

 

 

En la comprensión de la conformación de las ciudades – Estados ha sido vital el estudio de los modos de vida y prácticas cotidianas de las sociedades previas a esta organización social compleja. Las sociedades tribales y más tarde las aldeanas constituyen un eslabón imperativo para el entendimiento de los orígenes del poder político estatal, los cuerpos normativos y legislativos que regulan este poder y la jerarquización social vertical que emana de este tipo de organización. Así, el presente texto explicará la naturaleza de las civilizaciones aldeanas, sus estructuras económicas, de consumo y configuración política y social.

Las aldeas se organizaban socialmente de acuerdo a mecanismos de endogamia, en otras palabras, a los grados de consanguinidad y la edad que tenían. Por tanto, el prestigio se daba por estos criterios y no por la acumulación de riqueza (Gonzalo, 2012, 50-79). Su aglutinamiento se justificaba de acuerdo a la búsqueda de seguridad y defensa y la delimitación de fronteras. Las aldeas en su forma de vida no era tan jerarquizada ni heterogénea y ningún grupo monopolizaba la toma de decisiones pues esta se hacía por consejos y reuniones familiares. El centro administrativo giraba en torno al templo o en torno a ciertas haciendas de almacenamiento. Paulatinamente, debido al intercambio comercial y cultural, varias aldeas se fueron construyendo una al lado de la otra y eso llevo a la complejidad social y la necesidad de proteger cierta territorialidad. Poco a poco algunas aldeas fueron constituyendose como ciudades-Estados con mayores extensiones, con la invención de la escritura (números y sellos), y con las rupturas en la paridad originaria del poder y el desarrollo de jerarquizaciones sociales y territoriales más distintintivas que aquellas que se podian dar en las aldeas (Gonzalo, 2012, 50-75). 

La actividad económica de las aldeas es por excelencia la agricultura. Algunas sociedades  antiguas se establecen en la historiografía como sociedades de agricultura hidráulica que se asientan en tierras circundantes a grandes ríos que se inundan. Esto justifica la construcción de infraestructura y la recaudación de impuestos y prestaciones para propiciar la productividad del campesino (Alba, 1973, 23-31). La vida en comunidad en la aldea se regía en general por los ciclos naturales, y por cierta libertad frente a los centros urbanos. Los asentamientos de tierra podian estar dispersos sobre un area con un centro en común (hacienda), como es el caso de Khabur Basin (Zeder, 2003), o concentrados en pueblos y aldeas (Redfield, 1955). 

Los límites establecidos entre ciudad y campo son problemáticos en el Mundo Antiguo. Son procesos, que en primer lugar, se dieron simultáneamente; no es, como se ha llegado afirmar comúnmente, una sucesión de etapas que desplaza una a la otra (en este caso la urbanización a la agricultura). Por otro lado, hay que tener en cuenta que pese a lo construcción de ciertos límites sociales (desarrollo  de identidades en torno a la ciudad o al campo) y físicos (levantamiento de murallas), las fronteras entre ciudad y campo en la antigüedad son inestables debido a las migraciones de un lugar a otro (Smith, 2003). La definición de ciudad, además, es en sí misma problemática; se establece en relación al campo donde se producen las materias primas y los alimentos que la abastecen (Emberling, 2003). Sin embargo, se han encontrado ciudades que producen sus propios comestibles. Este es el caso de la ciudad Tell Leilan en Siria (2600 A.C); las excavaciones realizadas allí demuestran que las clases bajas tenían sus propios terrenos donde criaban y producían carne de cerdo para evitar la dependencia con los granjeros de las zonas aledañas a la ciudad (Zeder, 2003).

De igual forma, la definición de ciudad a partir de la especialización laboral es discutible; en el campo también se produce la especialización del trabajo. Las ovejas y las cabras domesticadas no pueden habitar los mismos espacios de los cultivos ya que estos se pueden ver afectados; se separan estas dos actividades entre pastoreo y agricultura. A su vez, se establecen sitios y periodos específicos para el ganado; sus diferentes usos (producción de lácteos y carnes, y tiraje) especializan los trabajos. En el campo, la especialización de trabajo también se establece en términos de producción y distribución.

Las definiciones imprecisas y los procesos simultáneos han generado una serie de discusiones en torno a qué lugares se identifican como ciudades y qué lugares como aldeas. Jericho (10000-8500 A.C) es un terreno compuesto de una serie de casas redondas de una sola habitación y que se encuentran dispersas en el espacio. En este lugar hay un muro que ha suscitado diferentes controversias; por un lado la investigadora Kenyon afirma que es una muralla de defensa, y que por lo tanto corresponde a la estructura de una ciudad. No obstante, los investigadores Bar Yosef y Geoff Emberling aseguran que es una aldea puesto que la muralla servía de contención de agua y no hay indicios de una clara jerarquización social y espacial. Este mismo debate se presenta con respecto al yacimiento arqueológico Catal Hoyuk en Turquía (7000-6000 A.C). James Mellaart aseguraba que los artefactos que había encontrado en el lugar indicaban cierto tipo de división laboral. Sin embargo, después de una fuerte controversia conocida como el asunto Dorak (donde se creía que Mellaart traficaba antigüedades), Hodder y otros arqueólogos refutaron su teoría, asegurando que el lugar era una aldea cuyas indumentarias no mostraban ninguna especialización del trabajo (Emberling, 2003).

En esta medida, los investigadores y académicos, han ampliado las características que clasifican una yacimiento antiguo como ciudad; la invención de la escritura, el establecimiento de jerarquías claras, el palacio como centro de poder, la especialización del trabajo, la conformación de sedes administrativas (burocracia), la densidad de población y la relación con el campo (Emberling, 2003). Más allá de los debates sobre los límites entre lo rural y lo urbano, los investigadores han estado de acuerdo en la estrecha relación que existe entre ambos espacios a través de las redes de producción, distribución y consumo. Además de una producción para el propio sostenimiento, la agricultura y la domesticación de animales como la oveja y la cabra permitía la generación de un “surplus” que era distribuido a las ciudades cercanas. Las aldeas y las haciendas en los campos determinaban los productos de consumo, la dieta de los pobladores citadinos; abundaban los granos y los cereales (cebada, trigo, arroz, etc.) puesto que eran alimentos de fácil transporte y no perecederos. A su vez, la carne obtenida por la caza se convertía en un bien de lujo debido a su alto costo de distribución al ser un alimento perecedero, y aún más en una civilización que carecía de las tecnologías para mantenerla. En general, el ganado que no era destinado para el tiraje era consumido por las tropas de las ciudades. La lana también se producía en cantidades excedentes y beneficiaba a la burguesía encargada de la manufactura de textiles (Zeder, 2003).

Por otra parte, el Estado buscaba tener control total sobre la producción y distribución de los bienes de consumo tanto fuera como dentro de la ciudad. Se han encontrado diferentes tablillas en Tell Drehem (Irak), un yacimiento de la antigua ciudad sumeria, Puzrish-Dagan, perteneciente a la dinastía de Ur III, donde se tiene presente todas las especies de bovinos y los diferentes productores pastoriles aledaños a la ciudad. Sin embargo, los lácteos no aparecen en las tablillas como productos de consumo diario por lo que se ha supuesto que el Estado no tenía control directo sobre su distribución y comercialización (Zeder, 2003). Asimismo, las aldeas y las organizaciones rurales eran de vital importancia para la ciudad en época de crisis y desabastecimiento; muchas de estas funcionaban como centros de almacenamiento para futuros tiempos de escasez y hambrunas. Estas redes complejas entre la ciudad y el campo, generban fricciones políticas y sociales; por un lado los productores querían mantener ciertas independencia, y generaban debido a sus constantes migraciones (a caballo y camello) desestabilidad de poder en los centros urbanos (Zeder, 2003). A su vez, las ciudades querían configurar su identidad en oposición al campo, para establecer un “status quo”.

Se han encontrado redes de distribuciones agrícolas hacia centros urbanos en la capital Elamita, en Turquia y en Khabus Basin (Siria). Se cree que lo mismo ocurría con importantes ciudades sumeria como Ur, Uruk y Nippur (Zeder, 2003). 

 

 

 

Gobernación de Wasit
Imagen de Ruta 6
Tell Drehem O Puzrish Dagan
Cuenca de Khabur
Gobernación Al-Qadisiyyah
Casa de Colmena de Harran-Sanliurfa
Tell Leilan
Jericó
Tell Brak cercana a cuenca Khabur
Catak Hoyuk- Turquía
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